- El FAST, el mayor de su tipo en el mundo, estará acabado a finales del próximo año.
- Uno de los objetivos será 'escuchar' señales del espacio más lejano.
Vista aérea del radiotelescopio FAST, con la
estructura circular de su plato claramente definida, en un valle montañoso de
la provincia de Guizhou.
PUBLICADO
ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN
Lunes, 24 de agosto del 2015
Si hay alguien ahí afuera, pronto
lo sabrá China. En un recóndito valle de la provincia de Guizhou, en el sur del
país, ha empezado a ensamblar el que será el mayor radiotelescopio del mundo,
con un plato reflector del tamaño de 30 campos de fútbol. Los 1,6 kilómetros de
perímetro requieren 40 minutos para cubrirlo a pie y sus 500 metros de diámetro
ridiculizan los 300 del observatorio de Arecibo (Puerto Rico), líder del sector
durante medio siglo.
El telescopio es el último mojón
del auge chino tras la mayor presa del mundo en el río Yangtzé, el tren más
alto en Lhasa o la muralla más larga, por hacer la lista corta. Los operarios
están ya uniendo los 4.450 paneles en forma de triángulos equiláteros de 11 metros de longitud y
la infraestructura estará terminada a finales del próximo año, casi 15 después
de que naciese el proyecto de más de 100 millones de dólares (87 millones de
euros).
Lejanas ondas de radio
A diferencia de los telescopios
ópticos habituales, concebidos para captar luces lejanas, los radiotelescopios
buscan ondas de radio procedentes del espacio con estructuras gigantes
similares a una antena parabólica (o varias trabajando coordinadas). «Es un
oído muy sensible que escucha los mensajes de radio provenientes del ruido del
universo. Es como identificar el sonido de una cigarra en una tormenta», ha declarado
a la prensa local Nan Rendong, jefe del Observatorio Astronómico Nacional.
Cuanto más grande es el
radiotelescopio, más lejanas y débiles señales puede captar. El chino, conocido
como FAST (acrónimo en inglés de Five hundred meter Aperture Spherical
Telescope), podrá detectar transmisiones extraplanetarias a distancias
superiores a los 1.000 años luz. «Nos ayudará a buscar vida inteligente más
allá de nuestra galaxia y a explorar los orígenes del Universo», ha afirmado Wu
Xiangping, director general de la Sociedad de Astronomía de China.
El FAST escrutará el espacio en
longitudes tres veces mayores que el radiotelescopio de Arecibo, escaneará más
parcelas de cielo y procesará la información más rápido. Se impone, en
definitiva, con el tradicional gigantismo chino y con el diseño: mientras la
curvatura esférica fija del estadounidense solo le permite usar 221 de sus 300 metros de diámetro,
el chino disfruta de una estructura de 4.450 paneles en forma de triángulos
equiláteros de 11 metros
de lado que pueden ser orientados de forma independiente con un conjunto de
cables y robots con apenas un milímetro de error. Así puede rastrear 19
regiones de cielo por apenas las siete de Arecibo. Las dimensiones son tales,
equivalentes a 30 campos de fútbol, que para sujetar los paneles ha sido
necesario levantar decenas de grandes columnas de hormigón.
El radiotelescopio ocupa el fondo
ya eviscerado de un valle con forma de cuenco gracias a tres colinas separadas
entre sí por 500 metros .
Es la ubicación idónea para un rastreador de sonidos lejanos que no puede ser
molestado por los cercanos. De hecho, las docenas de ganaderos que lo habitaban
ya fueron trasladados años atrás y hoy no hay pueblo a menos de cinco
kilómetros (la capital provincial, Guiyang, se encuentra a 170). Además, está
previsto levantar una plataforma sobre una de las colinas para que el público
contemple una de las mayores obras de ingeniería humana.
Carrera espacial
Más que descubrir vida
extraterrestre, Pekín espera el FAST contribuya a la ciencia y a su más
prosaica carrera espacial. Su potencia permitirá, por ejemplo, detectar la
basura que amenaza los viajes más allá de la atmósfera. El próximo
superordenador SkyEye-1, el más potente de China, capaz de realizar 1.000
billones de operaciones por segundo, colaborará en el procesamiento de los
datos.
La carrera china es tan reciente
como veloz y epitomiza el auge nacional. Pekín ha encadenado misiones
tripuladas y no tripuladas en los últimos años y sobre el 2020 espera concretar
dos retos mayúsculos: colocar a un astronauta en la Luna y la apertura de su
estación espacial permanente.
El satélite FAST no es ajeno a la
pugna entre las dos grandes potencias. EEUU ha boicoteado tozudamente la
entrada de Pekín en la Estación Espacial Internacional después de que su
Congreso prohibiese a la NASA cualquier contacto con el programa espacial
chino, más por mezquinos cálculos geoestratégicos que por riesgos tangibles.
Con la puerta cerrada en sus narices, Pekín ha desarrollado su propia estación
y su telescopio. Y con un instrumento que triplica la potencia del
puertorriqueño, no es difícil apostar que también China ganará esta carrera.
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