Hay una clara contradicción entre la (aparente) evidencia de vida extraterrestre, estadísticamente hablando, y la imposibilidad de dar con ella
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Publicado
por Ada Nuño
30/01/2021
Que
la verdad está ahí fuera ya lo sabíamos, solo hay que salir a buscarla. El problema es que quizá esté muy lejos.
Aunque la aparición de vida en el planeta Tierra se produjo debido a una
conjunción de fenómenos, y sabemos de sobra que no todos los planetas del Universo parecen preparados para
albergar vida en ellos, teniendo en cuenta lo poco que conocemos y lo
inconmesurable que es, hasta el punto de ser infinito, parece normal pensar que
en algunos lugares de esta galaxia u otras podría haber vida extraterrestre.
Hay 100 millones de billones de planetas parecidos al nuestro en el Universo.
Pero, si es así, ¿cómo es que todavía no hemos podido contactar con nadie?
¿Se
debe a nuestras limitaciones? ¿A que la lejanía es demasiada para poder
contactar con otros, dada la tecnología actual? ¿A que no coincidimos en tiempo
con otras civilizaciones? Pero, ¿Dónde está todo el mundo? Esas cuestiones ya se las preguntó en su día Enrico Fermi. Si
estadísticamente hablando es probable que existan millones de civilizaciones
extraterrestres, no parece tan normal no haber podido contactar con ellas. A
esto se le llama la Paradoja de Fermi, la contradicción entre la (aparente)
evidencia de vida extraterrestre y la imposibilidad de dar con ella.
¿Dónde está todo el mundo?
Al
parecer, la paradoja surgió durante una
comida de colegas en el Laboratorio Nacional de Los Alamos en 1950. Se dice que Fermi realizó una serie de cálculos para
estimar la prevalencia de tecnología similar a la humana en el Universo.
Basándose en estos cálculos, llegó a la conclusión de que la Tierra ya debería
haber sido visitada por extraterrestres, y se cuenta que preguntó: "¿Dónde
están?".
¿Cuántas
civilizaciones hay en la Vía Láctea susceptibles de poseer emisiones de radio
detectables?
Diez
años más tarde, el presidente del instituto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence), Frank Drake, llevó
un poco más lejos la idea de Fermi con su propia Ecuación (Ecuación de Drake),
que pretende estimar la cantidad de civilizaciones en la Via Láctea,
susceptibles de poseer emisiones de radio detectables. Aunque con el paso de
los años algunas personas han mostrado su disconformidad con la ecuación
(conforme avance la tecnología algunos de sus parámetros podrían cambiar, pues
a día de hoy es imposible resolverla), sugiere que el número de civilizaciones
lo suficientemente cercanas como para que sepamos puede basarse en una combinación
de estadísticas.
Soluciones potenciales a la paradoja
Sobreestimamos la prevalencia de vida inteligente en el Universo. Podría haber vida (o no haberla) pero quizá no podríamos contactar con ella al no ser inteligente. Sobreestimamos el deseo de cualquier forma de vida de transmitir voluntariamente información. Podría haber vida inteligente, pero no tendría por qué ser amigable. Quizá hay civilizaciones extremadamente peligrosas ahí fuera, por lo que lo mejor es mantenerse callado, como aquellos que no quieren sobresalir en el patio del colegio frente a los matones. Si es así, nosotros estamos actuando mal enviando nuestras señales. Eso nos lleva a una tercera solución, la hipótesis del zoo.
La hipótesis del zoo: nos observan sin que
lo sepamos. Algunos científicos creen que otras civilizaciones podrían
estar observándonos, sin establecer contacto con nosotros, como de igual manera
los humanos lo hacemos con otras especies animales. En otras palabras, son tan
avanzadas que para ellos somos un simple experimento, igual que los niños que
juegan y observan sus hormigueros y peceras. Esto requeriría, sin embargo, una
sincronía por parte de otras civilizaciones inteligentes que tendrían que
haberse puesto de acuerdo para no contactar con nosotros hasta que estuviésemos
'listos'.
La información está ahí, pero no la
entendemos. Quizá se han puesto en
contacto con nosotros, pero no hemos sido capaces de 'decodificar' esos
mensajes. O quizá, simplemente, no llevamos escuchando el tiempo suficiente.
Están demasiado lejos para escucharnos. Nuestras señales de radio llevan un siglo aproximado
emitiéndose, por lo que nuestra presencia solo se detectaría en un radio de
unos 100 años luz en torno a la Tierra. O quizá, simplemente, les parecemos
irrelevantes.
Somos los primeros. Es demasiado pronto para establecer contacto con otras civilizaciones, en estos momentos somos la
única vida inteligente en el Universo con tecnología apropiada para poder
hablar con alguien más. Quizá aún no han llegado. Quizá lo han hecho, pero
recientemente, y aún no tienen los medios adecuados para contactar con
nosotros. Quizá nunca coincidamos. Quizá ya visitaron el planeta. Pero eso fue
antes de que nosotros llegáramos.
Estamos solos. No hay nada que hacer, tenemos que asumir que no hay
nadie más ahí fuera. Por lo tanto, no existiría la paradoja.
Vivimos en una realidad simulada. Quizá somos la creación de una civilización más
avanzada que ha creado una simulación computarizada, y somos individuos con
inteligencia artificial. No podríamos saber que vivimos en ella, por lo que
solo nos queda continuar, sin conocer nunca las verdaderas respuestas.
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