PUBLICADO: 4 ENERO 2016
El Centro Internacional de la
Papa, en Lima, proyecta, en colaboración con la NASA, cultivar patatas en
condiciones marcianas y aplicar el conocimiento a terrenos desérticos en la Tierra
Algunos
de los guardianes de la papa de las cinco comunidades quechuas que participan
en su preservación en un área de 9.200 hectáreas,
conocida como el Parque de la Papa, dentro del Valle Sagrado de los Incas, en
Pisac, en el departamento peruano de Cusco.
La patata fue domesticada hace
unos 3.800 años, a lo largo de la ribera del lago Titicaca, entre Perú y
Bolivia, y desde allí, tras la llegada de los europeos a América hace 500 años,
llegó al resto del planeta. Ahora, cuando la patata es el cuarto cultivo para
la alimentación del mundo, también desde Perú, se ha lanzado un proyecto para
llevar el tubérculo al espacio exterior.
El Centro Internacional de la
Papa (CIP), en Lima, en colaboración con la NASA, quiere recrear las condiciones
de Marte para desarrollar la tecnología necesaria con la que cultivar patatas
para alimentar a los futuros astronautas.
El proyecto, en realidad, está a
mitad de camino entre las relaciones públicas, la astrobiología y la tecnología
agraria. El padre de la idea fue Will Rust, director creativo de la agencia
publicitaria Memac Ogilvy en Dubai que propuso el plan marciano para llamar la
atención sobre la necesidad de producir especies de patata resistentes a las
condiciones medioambientales más duras para combatir el hambre en el mundo.
Además de tener interés para
futuras misiones espaciales, la iniciativa ayudaría a encontrar técnicas para
mejorar la producción de patatas en situaciones extremas también en la Tierra.
“El interés de llevar a cabo este
proyecto en Perú se encuentra en que, por un lado, aquí tenemos el mayor número
de variedades de patatas del planeta, con entre 4000 y 5000, y además contamos
con el desierto de La Joya, que tiene muchas analogías con el terreno
marciano”, explica Julio Valdivia-Silva, investigador asociado del SETI en la
NASA y líder científico del proyecto.
Además del interés por entender
cuáles serían los retos de la agricultura en Marte para futuras misiones de
exploración, Valdivia-Silva considera que este trabajo tiene una aplicación
fundamental en la Tierra. “Queremos probar que estas especies de papas que
tenemos pueden sobrevivir en lugares tan áridos y tan hostiles como Marte para
luego extrapolar lo que aprendamos a sitios inhóspitos de la Tierra como los desiertos,
lugares muy fríos, muy secos o expuestos a mucha radiación”, explica
En 2014, el investigador Wieger
Wamelink de la Universidad Wageningen, en Holanda, plantó 14 variedades de
planta en una recreación de las condiciones del suelo de Marte. En este suelo
marciano, producido a partir de suelo volcánico de Hawái por la NASA, las
plantas crecieron. Aunque aquella imitación del suelo marciano era imperfecta,
el experimento sugería que cultivar vegetales en Marte no era imposible.
El proyecto de las patatas
marcianas, que comenzará a poner a prueba las primeras variedades este mismo
mes de enero, pretende ir más allá de la prueba estrictamente biológica.
“Queremos hacer algo multidisciplinar, que involucre a biólogos o
biotecnólogos, pero también a expertos en electrónica o geoquímica, porque
también queremos imitar las condiciones marcianas de radiación, la cantidad de
CO2 de la atmósfera o su presión”, continúa. Además, “si no fuese posible hacer
crecer las papas en este suelo, probaríamos con la aeroponía, que no requiere
uso de tierra”, concluye.
Un experimento de 2014 mostró que
era posible hacer crecer plantas en una recreación de suelo marciano
El suelo de Marte tiene
contenidos que resultan tóxicos para las plantas. Los percloratos, por ejemplo,
son el tipo de sales que hacen posible que el agua fluya sobre el planeta a
temperaturas bajo cero, pero habría que reducir su presencia para que allí
creciesen vegetales terrestres. Más adelante, será necesario que los
científicos se preocupen por otros aspectos, como el efecto de la gravedad en
Marte, un tercio de la terrestre.
Esta circunstancia modifica las
condiciones del intercambio de gases como el dióxido de carbono y el oxígeno en
la planta y haría que creciesen más despacio. Por otro lado, la mayor cantidad
de CO2 en la atmósfera incrementaría la producción.
Por el momento, Valdivia pretende
arrancar su proyecto para “buscar resultados preliminares” y poder después con
ellos pedir ayudas a instituciones peruanas que financien la continuidad del
proyecto. Además de contar con recursos del CIP, ya colaboran con esta
iniciativa para aprender a cultivar patatas en las condiciones más extremas
estudiantes de California, Dubai y Perú y Valdivia sigue abierto a la entrada
de otros investigadores.
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