Las extrañas teorías de un
reconocido astrónomo
Por: pijamasurf - 08/01/2015
Sir Fred Hoyle fue un reconocido
astofísico británico que desarrolló la teoría de la nucleosíntesis estelar –por
la cual estuvo cerca de ganar el premio Nobel– y que en sus últimos años ideó
extrañas y controversiales hipótesis sobre el origen de la vida. Le debemos a
Hoyle la noción hoy aceptada de que la gran mayoría de los elementos se
producen en los núcleos de estrellas –es decir, la comprobación de que estamos
hechos de “polvo de estrellas”.
Hoyle, quien acuñó el nombre “Big
Bang” de manera despectiva, ya que no consideraba que había evidencia para
sustentar esta teoría, fue también precursor de lo que se conoce como el
principio antrópico, que sugiere que es altamente improbable que las leyes de
la física se hayan afinado de manera aleatoria para producir la vida en el
universo. Hoyle escribió que “un super-intelecto debería de haber diseñado las
propiedades del átomo de carbono, de otra forma la probabilidad de que yo
encontrara un átomo así siguiendo las fuerzas ciegas de la naturaleza es
absolutamente minúscula”.
Hoyle quien también escribió
novelas de ciencia ficción –y seguramente tenía una gran imaginación– trabajó
en el controversial concepto de la panspermia, junto con su alumno Chandra
Wickramasinghe. Sus cálculos señalan que la probabilidad de obtener las enzimas
para la forma de vida más sencilla sin la panspermia es de 1040,000, lo que hace palidecer al número de
átomos del universo conocido, 1080, y por lo tanto, en su opinión, pone
seriamente en duda la teoría de la abiogénesis. La comparación que usaba Hoyle
era que la vida sin la panspermia eran tan improbable como que un tornado
ensamblara un Boeing 747 soplando en un basurero.
Hoyle no es el único científico
reconocido en trabajar la hipótesis de la panspermia; también el descubridor de
la doble hélice del ADN, el biólogo Francis Crick, creía que la vida había sido
sembrada desde el espacio. En el caso de Hoyle su visión era un poco más
radical. Hoyle creía que los cometas contenían una gran cantidad de moléculas
orgánicas –algo que es cierto y fue bastante adelantado para su tiempo–,
incluyendo virus y bacterias que constantemente influían en la evolución de la
vida en la Tierra.
Hoyle y Wickramasinghe
escribieron:
La vida en la Tierra se deriva de
lo que parece ser un sistema viviente ubicuo en la galaxia. La vida terrestre
tiene sus orígenes en el gas y las nubes de polvo del espacio, que más tarde se
incorporaron y amplificaron dentro de cometas. La vida se derivó de fuentes
exteriores a la Tierra y sigue haciéndolo.
Hoyle consideraba que los virus
del espacio eran los responsables de producir las mutaciones que llevan a organismos a dar saltos evolutivos –en esto
coincide con varios escritores de ciencia ficción: William Burroughs, que decía
que “el lenguaje es un virus del espacio” y de otra forma, su amigo Arthur C.
Clarke, quien en sus novelas desarrolló en repetidas ocasiones la idea del
diseño inteligente y de la evolución asistida por extraterrestres que buscaban
guiarnos hacia la madurez cósmica.
En los últimos años de su vida
Hoyle seguía publicando artículos científicos, pero había sido marginado de la
comunidad académica por expresar ideas como la siguiente:
Los seres humanos son solamente
peones en un gran juego de ajedrez que está siendo jugado por mentes alienígenas
que controlan los movimientos de la humanidad… Están en todas partes, en el
cielo, en el mar y en la Tierra… No se trata de una inteligencia de otro
planeta. En realidad es de otro universo que entró al nuestro desde el
principio del tiempo.
Lo anterior seguramente es una
idea poco científica, que difícilmente aspira a soportar el escrutinio
racional. Pero más allá de esto, la teoría de la panspermia dirigida o no
dirigida es fascinante. Actualmente la ciencia no descarta la posibilidad de
que la vida haya podido originarse a través de bacterias extremofílicas que
pudieran haber logrado superar las condiciones adversas del espacio. Estas
bacterias podrían haber surgido simplemente de las condiciones aleatorias y
combinatorias de los elementos de otro planeta o algún otro objeto espacial y
no necesariamente del diseño inteligente. Pero tampoco resulta científicamente
riguroso descartar la posibilidad de que seres inteligentes más avanzados
podrían estar creando sistemas de vida en mundos distantes –esto, bien visto
desde la perspectiva de la conciencia y el deseo de expansión, también resulta
bastante natural.
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