Publicado: 10/03/2019
En abril del año 1974, una familia de la
ciudad de Jacksonville, Florida, Estados Unidos, descubrió un artefacto que
pesaba 9 kilos que desafió todos los intentos realizados por clasificarlo.
El
12 de abril de 1974, Antoine Betz, un
ingeniero naval y su esposa Gerri encontraron un objeto de forma esférica que
pesaba unos
El extraño artefacto parecía estar hecho de un metal altamente pulido y fue encontrado en un terreno luego de un incendio cerca de la casa de los Betz.
Terry Mathew Betz, de 21 años y estudiante de medicina, su madre Gerri y
su padre Antoine, fueron a inspeccionar los daños provocados en su propiedad
por un incendio que se extendió a través
de
La
familia encontró algo bastante peculiar en la región que había sido presa del
fuego. Halló una esfera metálica pulida
de aproximadamente
Pese a que estaba en un área que había sido consumida por el fuego, la esfera no presentaba ninguna señal de daños, rasguños o las típicas manchas oscuras que aparecen en los metales cuando son sometidos al fuego.
Terry
y sus padres empezaron a sospechar que esta esfera podría ser un objeto
propiedad de la NASA, o incluso parte de algún satélite soviético (recordemos
en 1974 empezaba la guerra fría, y el pueblo estadounidense vivía en constante
paranoia por un posible ataque soviético).
El trío llegó a considerar la posibilidad de que este objeto fuera el causante del incendio, pero como se mencionó anteriormente, el objeto no presentaba señales de haber estado en contacto con altas temperaturas, ni señal de colisión en su superficie, pues el metal lucía extrañamente brillante y reluciente.Ninguno de ellos pudo encontrar signos de un cráter de impacto en la zona.
Terry y sus padres terminaron llevándose la esfera a casa. El objeto encontró como destino la habitación del joven estudiante, y se quedó allí hasta que algo muy curioso sucedió.
El
día 26 de abril Terry se encontraba acompañado de su amiga Theresa Fraser haciendo improvisaciones con la guitarra, hecho que
terminó provocando algunas reacciones en la extraña esfera metálica que Terry y
sus padres habían encontrado en el bosque semanas antes.
El objeto comenzó a “vibrar” y a emitir un sonido pulsante, en respuesta al sonido emitido por la guitarra, siempre que algunos acordes específicos eran tocados.
Según
el informe de Terry, momentos después de que su amiga estuvo rasgando su
guitarra la bola metálica comenzó a
«vibrar como un diapasón», y este sonido fue acompañado por lo que parecía ser
una resonancia inaudible -al menos para el oído humano-, resonancia que con
mucha preocupación captó el perro de la familia de Betz.
Gerri
Betz dijo: «Deben haber ondas de alta
frecuencia que emite la esfera. Cuando ponemos nuestra caniche al lado de la
pelota, ella gime y pone sus patas sobre las orejas».
Los
Betz le mostraron la esfera a un vecino, Wayne,
un niño de 12 años que se encontraba fascinado con ella, en particular porque
se movía sola.
Días
más tarde los miembros de la familia Betz comenzaron a notar otros sucesos
extraños relacionados con la esfera. Descubrieron que cuando rodaban la esfera en el suelo, podía modificar su trayectoria a
voluntad para después retornar al punto de partida.
Los
Betz afirmaron que en cierta ocasión el objeto había permanecido alrededor de 12 minutos en movimiento,
hasta que finalmente regresó al punto de origen.
La esfera también parecía sensible a las condiciones climatológicas, dado que estas peculiaridades se hacían más notorias en los días de mucho sol, como si el instrumento recibiera de esta fuente su energía y emitía una vibración, algo que no sucedía en los días nublados.
Aunque claramente se veía influenciada por la luz solar, la esfera no mostraba alteración alguna cuando era expuesta a la luz solar o a los rayos infrarrojos.
El globo metálico parecía emitir una vibración de baja frecuencia en determinados momentos, como si un motor estuviera operando al interior del objeto.
Otro dato intrigante era que había una
pequeña mancha triangular en la esfera. Esta mancha representaba la región
magnética del objeto.
Motivado
por los extraños descubrimientos hechos en relación con el artefacto de metal,
Terry comenzó a realizar varios experimentos caseros.
Cuando el objeto entraba en contacto con otro objeto metálico, un martillo por ejemplo, la esfera parecía vibrar como una campana.
Si se le colocaba sobre una mesa de
vidrio, el objeto parecía ir “en busca” de la orilla de la mesa para luego alejarse
de ella; si se inclinaba la superficie de vidrio, el objeto se desplazaba
-asombrosamente- en el sentido contrario.
La extraña capacidad de la esfera para moverse como si tuviera voluntad propia, terminó preocupando a los Betz, tanto, que guardaban la esfera en un saco cerrado durante la noche, pues creían que el objeto esférico simplemente podía “escapar”.
Finalmente los Betz decidieron hacer público su hallazgo, tal vez así pudieran descubrir qué diablos era aquel artefacto. El periódico local de Jacksonville quedó intrigado con la historia, tanto, que se vieron obligados a enviar a un experimentado fotógrafo al lugar, Lon Enger, para obtener algunas imágenes. El escéptico Enger aceptó respetuosamente el trabajo, pero secretamente pensaba que se trataba de la típica familia loca que quería obtener algo de fama.
Cuando
Enger llegó a la vivienda de los Betz, fue recibido ansiosamente por Gerri que
no perdió el tiempo y le presentó la esfera.
Enger describió el episodio el día 12 de junio de 1974, en la edición diaria del periódico St. Petersburg Times: “Desconfiaba de este tipo de cosas. Cuando llegué hasta allí, la Sra. Betz dijo: ‘no lo creerás si no lo ves’”. Fue entonces que la matriarca de la familia indicó al, aún dudoso fotógrafo, a dar un pequeño empujón a la esfera en el suelo. Así los hizo Enger, y para él nada fuera de lo común sucedió pues la esfera simplemente se detuvo cuando terminó la fuerza del impulso que había dado al inicio.
Sin
embargo, tras una pausa, la esfera retrocedió
y se dirigió a la izquierda unos ocho metros, hizo un gran arco y luego retornó
a los pies del fotógrafo.
Enger
examinó la esfera de metal con atención y, como la familia Betz hizo antes que
él, le fue imposible encontrar marcas o señal alguna de un fabricante en la
superficie, apenas un símbolo triangular estampando en la superficie. Así fue
que el fotógrafo reprodujo la historia a su editor, el periódico no perdió el
tiempo y publicó el informe, y en el transcurso de cinco días el caso de los Betz
estalló en los medios de diversas partes del mundo.
Reporteros de prestigiadas publicaciones como el New York Times, viajaron por docenas desde lugares distantes, incluso desde Japón hasta llegar al pueblo de Fort George Island para ver con sus propios ojos esta misteriosa esfera, pero no solo despertó curiosidad entre la prensa. Las comunidades científicas y militares también solicitaron analizar el extraño objeto. Representantes del ejército de los Estados Unidos y de la NASA, se pusieron en contacto con la familia Betz, así como investigadores de Ovnis en representación de la Organización de Investigación de Fenómenos Aéreos (APRO).
Los visitantes acudían escépticos, pero casi invariablemente salían perplejos por las inesperadas habilidades de la esfera.
Un vocero de la Marina de los Estados Unidos llegó al punto de admitir en televisión que era incapaz de explicar su origen.
En un comunicado oficial proporcionado a
la prensa por la Marina, se declaró públicamente que la esfera no era propiedad
del gobierno estadounidense.
La
familia, que intencionalmente había elegido un lugar aislado para vivir, se
convirtió en un objetivo para la prensa que no los dejaron en paz.
En
el auge del frenesí mediático, el renombrado astrónomo Dr. J. Allen Hynek, solicitó a la familia Betz que le enviaran la
esfera a su oficina en la Universidad Northwestern en Chicago para que pudiera
inspeccionarla personalmente, pero Gerri
se rehusó pues creyó que un objeto de este tipo podía ser confiscado o
extraviado.Para disgusto de decenas de científicos y curiosos, la esfera
permaneció en la casa de la familia Betz.
El objeto se mantuvo en la propiedad de los Betz hasta que algunos eventos nuevos comenzaron a suceder, y a asustar a los dueños de la esfera.
La esfera encantada
Gerri Betz informó que ella y su familia comenzaron a escuchar música de un órgano a mitad de la noche, aunque
nunca hubo tal instrumento en casa. Como si eso no fuera lo suficientemente
aterrador, las puertas comenzaron a
abrir y cerrarse, aparentemente por voluntad propia, a cualquier hora del día y
de la noche. Antoine y Gerri hasta entonces decidieron que era hora de
llegar al fondo de este misterio.
Tras
una serie de perturbaciones nocturnas aterradoras, la familia Betz finalmente dejó la esfera a los científicos de la
Estación Aérea Naval de Jacksonville.
La
Marina de Guerra de Estados Unidos tenía curiosidad por estudiar la esfera e
informó que la pidió prestada a los Betz para someterla a una serie de pruebas.
Los
esfuerzos iniciales de los metalúrgicos de la Marina resultaron completos
callejones sin salida, pues sus máquinas
no eran lo suficientemente potentes como para penetrar el objeto.
Chris Berninger, el portavoz de la Marina, informó lo siguiente: “nuestros primeros intento de rayos-X nos conducen a ninguna parte.
Emplearemos
una máquina más poderosa sobre la esfera y también ejecutaremos una espectrografía para determinar de qué metal está
hecha”.
Eventualmente
los científicos de la estación fueron capaces de determinar cuál era el tamaño
exacto de la esfera y el peso, tenía
También
descubrieron que la esfera estaba
constituida por un metal de acero inoxidable ferroso resistente a la
corrosión,una aleación específicamente magnética.
Un poderoso equipo de rayos-X reveló dos objetos redondos dentro de la esfera rodeados por un “halo”, hecho de un material con una densidad poco común.
También observaron que la esfera tenía cuatro polos magnéticos diferentes, dos positivos y dos negativos, que eran concéntricos. La Marina también concluyó que, aunque la esfera fuera intensamente magnética, no mostraba señales de radioactividad y no parecía ser un explosivo. Los científicos de la Marina querían partir el objeto para echar un vistazo a profundidad, pero Gerri Betz no aceptó que se hiciera esto temiendo que la esfera pudiera ser destruida, y como no pertenecía al gobierno, solicitó que la devolvieran. La Marina cumplió su promesa y la devolvió, pero muchas preguntas quedaron sin respuesta.
En este punto la familia Betz comenzó a considerar seriamente la posibilidad de que estaban en posesión de “tecnología extraterrestre” auténtica, o un dispositivo de “escucha extraterrestre” como algunos de sus vecinos lo apodaron.
Omega Minus One Institute
El
13 de julio de 1974, el Dr. Carl Willson
–representante de una empresa de investigación en Louisiana conocida como Omega
Minus One Institute, en Baton Rouge – examinó la esfera durante más de seis
horas y descubrió que el campo magnético
a su alrededor emitía ondas de radio.
Willson
dijo que la cubierta de metal de la esfera, cuando era comparada con el acero
inoxidable, contenía un elemento
desconocido que lo hacía un poco diferente.
Y aparentemente él también fue testigo de las propiedades de la esfera para impulsarse a través de superficies y repentinamente cambiar de dirección. Esto, según él, desafiaba las leyes conocidas de la física.
Una
de las teorías postuladas era que podría
ser una sonda extraterrestre dañada o incluso algún tipo de dispositivo anti
gravitacional.
Al
final, los resultados del Omega Minus One Institute sobre la identidad de la
misteriosa esfera fueron tan concluyentes como los de la Marina, y la familia Betz nuevamente se quedó sin
develar el misterio.
Ese mismo año de 1974, enviaron la esfera a un gran evento de investigación ufológica, que contaría con la presencia de conocido personajes en el ámbito de la investigación.
Miembros
de la APRO lograron convencer a la familia para que llevasen la esfera al
Congreso de ovnílogos porque era la prueba de la existencia de inteligencia
extraterrestre y como tal la familia Betz podría ganar legítimamente la
recompensa de 50.000 dólares ofrecida por la revista National Enquirer a quién
demuestre la existencia de extraterrestres.
Desde el 12 de marzo de 1972, la publicación ofrecía un premio de 10.000 dólares para la «mejor evidencia científica de la realidad de los ovnis» y 50.000 dólares a: «la primera persona que pueda probar que un objeto volador no identificado (OVNI) vino del espacio exterior y está no es un fenómeno natural”.
Esta
suma ya abundante se elevó hasta 1.000.000 de dólares para 1976.
Terry
fue designado como mensajero y custodio
personal del objeto y fue enviado a Nueva Orleans con la esfera escondida en
una casa rodante.
Entonces, la bola metálica se convirtió en el centro de atención nuevamente, y la sometieron a otra serie de pruebas.
La
revista Enquirer hizo grandes esfuerzos para montar lo que ellos denominaron
como un «Panel de Alto Nivel», que
consistía en notables científicos como el Dr. J. Allen Hynek, el Dr. James
Albert Harder, el Dr. R. Leo
Sprinkle, el biólogo Frank B.
Salisbury y el profesor de filosofía de la Universidad del Estado de Nueva
York, el Dr. Robert F. Creegan.
Además
de los especialistas citados, el panel se
completó con los miembros de tan alta estima como un ex juez del Tribunal
Supremo, ex Procurador General de los Estados Unidos y ex Juez del Tribunal de
Apelaciones de Nueva York.
Los jefes de la APRO, MUFON (Mutual UFO Network) y NICAP (Comité de Investigación Nacional sobre Fenómenos Aéreos) también estuvieron presentes para formar una especie de «mini panel de investigación» que era el encargado de decidir qué casos irían ante el panel principal.
El equipo examinó la extraña esfera en
agosto de 1974 y se reunió una vez al
año con la difícil tarea de designar los casos más legítimos de los encuentros
OVNI reportados en el último año, así como el examen de cualquier evidencia
física de dichos encuentros.
Sería a discreción del Grupo Especial decidir si alguna de estas pruebas presentadas eran irrefutables testimonios de vida extraterrestre y por lo tanto acceder al dinero del premio.
Hasta
este momento el único ganador fue Durel
Johnson y familiares que estuvieron involucrados en el famoso encuentro Ovni en Delphos, Kansas, lo que resultó en una
intrigante serie de fotos, lo que les permitió ganar 5.000 dólares por «pruebas
científicamente valiosas sobre ovnis. «
Concluyeron
los expertos en todo lo que se había dicho con anterioridad sobre la esfera,
incluido el hecho de que el artefacto
funcionaba como un transmisor de audio. A pesar de no saber el origen del
objeto y ni lo que era, no pudieron afirmar que fuera extraterrestre.
No
podían discernir el origen del orbe, pero, el
hecho de que no tenía ninguna conexión directa a cualquier avistamiento Ovni,
la revista Enquirer le negó toda posibilidad a la familia Betz de ganar el
premio de 50.000 dólares.
Al final, J. Allen Hynek conjeturó que el objeto era probablementecreado por el hombre, a pesar de que admitió que no tenía idea de lo que era o de dónde vino, pero la esfera también llamó la atención de uno de sus colegas del Panel de Alto Nivel y esto se señaló en la investigación del científico sobre el objeto que tomaría un giro potencialmente aterrador.
El Dr. James Albert Harder, profesor de ingeniería civil e hidráulica de la Universidad de California en Berkeley, quedó cada vez más intrigado con los reportes respecto a la esfera de Betz, y se fascinó con la oportunidad de examinar el objeto con sus propias manos. Los Betz permitieron que analizara el artefacto y los resultados fueron desconcertantes.
Una revelación atemorizante
En
un anuncio hecho en el Congreso
Internacional de Ufología, en Chicago, el 24 de agosto de 1974, el Dr.James
AlbertHarder, asesor de la APRO en ingeniería civil presentó conclusiones
verdaderamente sorprendentes, y totalmente terribles, en relación con la esfera
de Betz. Informó que basado en los estudios de rayos-X, las dos esferas
internas estaban hechas de un elemento mucho más pesado que cualquier cosa
conocida por la ciencia. Mientras que el elemento más pesado que todavía se
produce en cualquier reactor atómico aquí en la Tierra tiene un número atómico
de 105, y el elemento más pesado que ocurre naturalmente en la Tierra es el
uranio, con un número atómico de 92, han determinado que la esfera Betz tiene un
número atómico mayor que 140. “Si alguien intentara dividir la esfera, podría
explotar como una bomba atómica”, afirmó el profesor.
La familia Betz mostró su preocupación, pero continuaron con la posesión del objeto. A partir de esa época las historias sobre la esfera difundidas por los escépticos comenzaron a hacer mella en la credibilidad de la familia que decidió mudarse lejos y nunca más supo que fue de ellos o de la misteriosa esfera.
Los últimos datos sobre los Betz son de
diciembre de 1987, cuando falleció Antoine Betz a los 67 años.
Los
escépticos no demoraron en hacer conocer sus críticas, alegando que la
milagrosa esfera de metal no era más que una
válvula de retención de una fábrica de papel, y también dijeron que era una
obra del escultor James Durling-Jonesque
afirmó haber perdido un orbe, que se le cayó de su furgoneta Volkswagen
mientras conducía a través el área de Jacksonville, cerca de la Pascua de
1971, por el camino a su casa hacia Taos, Nuevo México.
Durling-Jones afirmó que había conseguido las esferas de válvulas industriales de un amigo anónimo que había adquirido los objetos ilegalmente.
El
testimonio del artista va en contra del hecho de que ninguno de los expertos
que examinaron el orbe notó ninguna marca de la soldadura que poseen las
válvulas industriales y su testimonio es aún más puesto en duda debido al hecho
de que el artista se negó a facilitar el
nombre de la empresa que fabrica sus esferas, lo que podría haber puesto luz
sobre todo el asunto de una vez por todas. Lo cierto es que a pesar de esta
explicación sin fundamento alguno, la curiosidad del público se extinguió
después de dicha aseveración.
De lo cabe ninguna duda es que la “bola Betz”, como se le llegaría a conocer, era capaz de realizar proezas verdaderamente asombrosas, como rodar hacia un lugar determinado por su propia cuenta y regresar a la persona que la había hecho rodar; vibraba y zumbaba como respuesta a los acordes de una guitarra y emitía ondas de radio. Un misterio más de este planeta en que vivimos.
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