En Chulucanas, son muchos los lugares donde las personas dan testimonio de haber visto objetos voladores luminosos. El Dr. Anthony Choy narra su experiencia paranormal junto a un equipo de Univisión, liderado por la galadornada periodista María Rozman.
Publicado: 30 de agosto del 2020
Anthony Choy y un grupo de periodistas instalando equipos para ver el avistamiento en Chulucanas. | Fuente: Anthony Choy
Por
Anthony Choy
A mediados del 2004, Rodolfo Cárdenas, director de noticias del Canal Univisión - Colorado (Estados Unidos) se comunicó conmigo cuando estaba en Lima. “Dr. Choy, estamos haciendo un especial sobre el fenómeno ovni y nos hemos enterado acerca de sus investigaciones”, afirmó dicho ejecutivo de televisión.
Aunque
estadounidense de fundación, la cadena Univisión es junto con su competencia,
Telemundo, la mas importante organización televisiva de habla hispana en el
país del norte. De hecho, sus transmisiones, que se ven de costa a costa, están
cobrando creciente importancia debido a la cada vez mas gravitante presencia de
la comunidad latinoamericana, tanto demográfica como políticamente, en
Norteamérica.
Habría
que recordar que la comunidad latina ya desplazó a la afro-americana como
primera minoría, que la inmigración crece imparable de manera geométrica y que
las últimas elecciones presidenciales se decidieron en La Florida, estado
mayoritariamente hispanoparlante. “Sí como no,” respondí curioso, "¿qué es
lo que quieren saber?”
“Deseamos conocer sus investigaciones
sobre el fenómeno ovni en el Perú,
para lo cual nos hemos puesto en contacto con una corresponsal de nosotros en
Lima, para que coordine con usted la nota”. Así empezaba esta historia que me
llevaría hacia un inolvidable encuentro con lo desconocido.
“No voy a arriesgar mi reputación”
Al
poco tiempo Cárdenas me llama: “Hay problemas. La corresponsal en el Perú,
acaba de llamarnos, diciendo que no puede hacerse cargo de esta comisión, pues
ella está especializada en asuntos mas importantes sobre la realidad peruana y
bueno, ella dice que no puede caer en el ridículo, al asumir temas tan poco
serios, que podrían incluso poner en riesgo su reputación en el medio
periodístico”. A pesar de este revés, Univisión seguía interesada. Así, me comunicaron que habían decidido
enviar un equipo periodístico desde Denver, para hacerse cargo del tema.
En
un primer momento, me dijeron que sólo vendrían a Lima a entrevistarme. Les
dije que todo estaba muy bien, pero que pensaba que mucho mas importante seria
que viajaran conmigo a Chulucanas, y
mas en concreto, a las inmediaciones del Cerro Pilán, al que de acuerdo a mis
investigaciones había llegado a llamar “el epicentro de todos los misterios”,
pues ese es el lugar, que desde el 2001, se había convertido en uno de los
lugares de mayor cantidad de avistamientos ovni a nivel mundial. Secamente, me
dijeron que ellos no tendrían ningún problema en viajar allá, pero que tenia
que asegurarles dos cosas.
“Sí”,
les dije, “¿cuáles?”. "La primera, que vamos a enviar junto con los periodistas, un equipo completo con
sofisticadas cámaras de televisión , especialmente acondicionadas, para grabar
objetos a distancia y con poca o ninguna luz, avaluada en $
“¿Cuál
es su segundo requisito?", les dije. “Bueno”, me respondió don Rodolfo
Cárdenas con su entrenada bonhomía. “Que la periodista que vamos a enviar es
mujer y está embarazada”. Ahí sí me preocupé. Chulucanas, es una ciudad pequeña, tiene hasta hospital propio,
pero nosotros no iríamos allí, sino a olvidados villorios, a mas de 40 minutos
de distancia, a los cuales sólo se accede a través de destartalados mototaxis,
que transitan polvorientos caminos, con poblaciones que no tienen electricidad
y beben agua de pozos. Dicho sea de paso, gentes que vienen sufriendo una
terrible sequía de mas de 4 años y donde la pobreza es tan endémica como la
amabilidad y dulzura de sus habitantes. Si en medio de la profunda oscuridad de
las chacras, a la periodista se le ocurría adelantar su parto… bueno, ahí sí, solo habría que esperar a que venga E.T. el extraterrestre, con
su bicicleta voladora, para sacarnos del lugar.
“No
hay problema”, le dije sorprendiéndome a mí mismo. “Nada va a pasar. Los espero
en el Perú”.
Así se vivió el avistamiento ovni con el equipo de Univisión. | Fuente: Anthony Choy
Una visita inesperada
Así,
en el más absoluto perfil bajo, llegaron el 4 de agosto del 2004 la reportera
española de origen canario Maria Rozman,
acompañada del Jefe de Camarógrafos de Univisión Colorado, el mexicano Jesús Medellín. María Rozman era una joven periodista muy talentosa, que
al poco tiempo de ingresar a la Cadena, le habían dado comisiones muy
importantes, a las cuales había respondido con solvencia. “¡Felicidades por la
pancita!”, le dije al recibirla. “¿Usted cree que veremos ovnis?”,me preguntó a
quemarropa. “Bueno, no es como ir al
cine, vamos a la función de las siete y ¡zas! empieza la película. Pero estoy
seguro que vuestro largo viaje no será en vano”.
Al
día siguiente muy temprano, decidí llamar a mis amigos de la zona, para que me
informaran si habían visto algo raro en los últimos días. “¡ La verdad es que a
los benditos hace tieeeempo que no se les ve!!” , me dijeron o mejor dicho me
cantaron, con su típico dejo norteño. Preocupado, me dije, “ya que llegamos
hasta aquí, sigamos adelante”.
En
los días siguientes los periodistas me expresaban sus temores; me pedían
información de la zona , de sus carencias, de sus peligros. Yo, seguía
recordando a la corresponsal limeña y su “yo no trato temas tan poco serios”.
La misma actitud general de algún sector de la intelectualidad y la comunidad
científica peruana. Ese aire de arrogancia, tan poco intelectual, tan
escasamente científico.
Los
animé. No sé porque desde el principio sentía que no solamente íbamos a viajar,
sino que deberíamos viajar.
Maria
me contó algo que me sorprendió. “Hemos recibido información que hay un equipo
ruso que ha llegado también a la zona, con la misma intención de nosotros. Y
que en estos momentos ya están en las inmediaciones del Pilán”. Ignoraba
completamente dicha información. Pero no me sorprendía. Desde que había revelado a los medios de comunicación peruanos lo que
sucedía casi cotidianamente en Chulucanas,
los pobladores me comentaban que con alguna frecuencia, ellos veían a extrañas
personas de aspecto extranjero, caminar por las inmediaciones del cerro Pilán e
incluso pernoctaban en su cima, con intenciones desconocidas.
Arribando al misterio
El
6 de agosto llegamos a uno de los caseríos mas cercanos al misterioso
promontorio, en medio de una profunda y poco auspiciosa noche sin estrellas.
Era el poblado de Piura La Vieja y eran las 8:30 de la noche. Una rica sopa
hecha a fogón de leña, nos recibió, siendo la señora Chepa, una incansable mujer, que de alguna manera es el
motor de ese soñoliento pueblo, nuestra entrañable anfitriona. Nos instaló en
su casa, y nos llevó a los desvencijados dormitorios. A la española, le llamó
la atención los velos suspendidos encima de las camas. “¿Y esto para que es?”
“Ah”, le dijo la Chepa, “son mosquiteros, para que pueda dormir tranquila”. Mas
adelante, en tono de confesión, me dijo, “bueno
Anthony, para ti nomás, la verdad es que esos velos no son para ningún
mosquito. Es para que los murciélagos no la masquen. Pero no le digas nada.
La pobre se va asustar.”
Estábamos
en lo mejor de la sobremesa conversando quedamente sobre los misterios y
desventuras de la zona, sumergidos en la luz mortecina de las lámparas a
querosene, cuando escuchamos un grito de afuera, de la plaza frente a la casa.
“ ¡Dr. Choy, alli están, allí están!”.
Hemos
salido lo mas rápido que hemos podido, jalando a duras penas nuestros equipos,
cuando todos vimos, una pequeña luz
amarillenta, que iba de norte a sur, lentamente en dirección al cerro
Pilán. Todos tratábamos de ver, porque aunque lejana, se le podía distinguir.
La cámara de ellos no la captaba. La luz se puso encima de dicha colina y en
instantes, desapareció. Los relojes marcaban las 9 en punto de la noche.
Empezamos
a discutir, tratando de definir, que es lo que habíamos visto. Podía ser
cualquier cosa. Un avión, un helicóptero, un cometa, una estrella fugaz. Todas
las explicaciones se le aplicaban. Hasta la ausencia total de silencio. Si era
un avión , la distancia seria tan grande, que el rumor de los motores, no
llegarían hasta nosotros. Solo que había algo extraño. La extraña persistencia,
ya de acuerdo a anteriores relatos, en siempre parar encima del Cerro Pilán e
intempestivamente…desaparecer.
Los
Periodistas luego de grabar algunos testimonios de los pobladores y hacer tomas
de apoyo, decidieron instalar sus equipos en la misma plaza, frente a la casa.
Si había otro avistamiento, esta vez no los volvería a pescar desprevenidos. Maria, muy profesional, abriendo sus
enormes y bellos ojos castaños, practicaba
las entradas a su nota. José Medellín, ajustaba su cámara.
La periodista Maria Rozman entrevistando al presidente Barack Obama. | Fuente: Maria Rozman
“Ahí están los hijos de su madre”
Eran
las diez en punto cuando en el cielo, como a 45 grados sobre el horizonte
aparece de nuevo una luz similar a la anterior, en el mismo sitio y haciendo el
mismo recorrido. "¡No la capta mi cámara, no la capta mi cámara! gritaba
desesperado el mexicano. Todos los que estábamos allí, unas veinte personas,
gritábamos azorados tratando de ubicar la lejana luz, que en esa noche cerrada
a ratos parecía desaparecer. Sea lo que sea, estaba debajo del techo de nubes.
Y nuevamente al llegar encima del Pilán…"¡zas!", desapareció. Es así
que el mismo fenómeno, el mismo recorrido, el mismo punto de desaparición se
suscitó dos veces más, a las 10:15 p.m. y a las 10:30 p.m.
La
Cámara no grababa nada. Y eso, no podíamos entenderlo. Si nuestros ojos podían
divisarlo, la potente cámara, con mayor razón, debería captarlo. El camarógrafo estaba desalentado. Tan lejos viajar…
Nuevamente nos enfrascamos en otra discusión. Yo aventuré, no muy convencido,
que podría ser una avioneta o algo por el estilo que, al llegar a un punto ( la
cima del Pilán) daba la vuelta y empezaba a volar en circulos. Por eso que aparentemente parecería que
habíamos visto tres objetos, cuando en realidad, era el mismo avión que estaba
regresando. Lo que pasaba es que desde nuestra posición aparentaba que
aparecía y desaparecía. Esa explicación no convenció a nadie. La verdad, que a
mí tampoco. Pero es que si no era eso, ya no quería ni pensar lo que los
periodistas estarían empezando a creer.
La
noche empezó a hacerse larga y muy fría. Yo estaba preocupado por Maria, por su
estado. Pero ella, de buen talante, me decía que sigamos esperando. Un gélido
vientecillo diluyó sus palabras en la oscuridad. Poco a poco la conversación se
fue apagando, en la misma medida, que el cielo empezaba a despejarse. Entonces
lentamente, descorriendo una fantasmal y deshilachada cortina, una preciosa
luna llena hacia una inesperada aparición.
Ateridos
de frío, callados, en el ambiente flotaba una melancólica frustración. Maria
dijo: “Yo vi algo, no sé que fue, algo
muy raro”. Medellín agregó: “voy a hacer algunas tomas de apoyo”. Era su
manera de decir, adelante, guardemos el equipo y vayámonos a dormir. El
camarógrafo había decidido grabar a la luna llena, en aquella noche piurana y
llena de algarrobos. Cuando en eso ve algo raro. “Anthony” me llama, “dime que
es eso que está allí”. “¿ Donde?” “ ¡Allí, debajo de la luna!, me habla, con
una voz que empezaba a ponerse ansiosa.
Entonces
vimos una especie de lucero muy potente. Lo primero que pensé fue en Venus, o
en Marte; digamos. Si eso era, eso debería ser…hasta que empezó a moverse.
“¡Síguelo,
síguelo con la cámara!”, le espeté. La luz empezó a subir lentamente en forma
diagonal, atravesando la luna y colocándose ahora encima de ella.
"¡Grábala, grábala!", le dije a Jesús. "¡Desde hace ratos,
mano!", me respondió excitado.
"¿María,
qué hora es?", le dije a la española.”¡La 1:33 de la mañana!”. La 1:33, la
1:33 repetía mentalmente. Es entonces que empezó el show.
Un imposible electrocardiograma
El
Silencioso objeto empezó a hacer evoluciones de arriba abajo, de izquierda a derecha,
como si fuera un imposible electrocardiograma, en el infinito papel de una
lechosa noche. Luego paraba. Lentamente volvía a bajar. Después a subir. Hacia
movimientos aberrantes, sin ton ni son. Alguien dijo que es como si tratara de
escribir algo con sus imprevistos vaivenes. Mi improvisada hipótesis del
avioncito dando círculos, se fue, la verdad, al carajo. ¿Qué diantre era eso?
Maria
empezaba a grabar. “Es 6 de agosto del 2004, estamos
en un perdido caserío al norte del Perú, frontera con el Ecuador” “…ante
nosotros un extraño objeto de origen desconocido, en estos momentos, no sabemos
que es…” “no lo puedo creer, ya van mas de cuarenta minutos, y el objeto siguen
bailando delante de nosotros…”
Jesús
trataba de no perderlo, porque el objeto hacia saltos bruscos que lo sacaban
fuera de cuadro. Es en ese momento, que en otra zona del cielo, que no estaba
enfocando la cámara, apareció por breves segundos, un objeto alargado, como si
fuera un fluorescente blanco, que velozmente desapareció. “¡Lo viste Maria, lo
vieron chicos!”, gritaba eufórico. Todos decían afirmativamente.
Nuestro
desconcierto era un río caudaloso.
Mas
había algo que yo no entendía. La Cosa era así: cuando la noche estaba llena de
nubes, totalmente cerrada, nosotros divisamos un objeto, en los primeros
avistamientos de esa noche, a simple vista que la cámara, con toda su potencia,
no captaba. ¿Porqué nosotros si y la cámara no?. Por otro lado, si nosotros lo
veíamos es porque no estaba muy lejos. De ser así, entonces me repetía ¿¡ porque
la cámara no lo grababa!?.
Pero
eso no era todo. Cuando apareció este último objeto, esta vez la manifestación
no la veíamos, pero al revés, la cámara si, plenamente lo capturaba. ¿O era que
esta vez la luz estaba mas lejos?. Pero precisamente la constatación de este
hecho, le daba más misterio a lo anterior. Cuando el objeto estaba cerca, la
cámara no lo captaba.¿Y cuando estaba lejos sí? A menos que en todo este
asunto, para nada tenia que ver el factor distancia. Siempre estaba cerca, al
alcance de nuestros ojos. Pero de alguna manera en determinados momentos se
hacia invisible a la sofisticada cámara. En otras, a nuestras miradas.
Pero
aquí no paraba lo inexplicable. Cuando la noche estaba totalmente oscura en
teoría, debería ser propicia para grabar el fenómeno. Y más bien solo se grabó,
cuando el cielo estaba mas claro, mas “lechoso”,mas difícil de grabar, en una
noche de luna llena.
Otra
cosa. Cuando el camarógrafo quería grabarlo, cuando lo “buscaba” (en la zona en
que todos estábamos mirando) la cámara no lo grababa, el fenómeno era elusivo.
Pero, cuando horas después, ya Jesús desistió en grabar, cuando creía que ya
nada iba a aparecer, cuando estaba captando, desalentado, la espléndida luna,
este fenómeno, pudiendo aparecer en cualquier parte de la inmensa bóveda
celeste, justamente se presentó en ese pequeño sector del cielo, adonde
apuntaba su cámara. No en otro sitio. Precisamente allí. Es por eso que Jesús
pudo darse cuenta que estaba.
Yo
pensaba, cuantas veces esos objetos podrían estar allí y no verlos. Los vimos
porque contábamos con equipos especiales. Así, no es que el fenómeno no exista.
Si no es que, la mayor parte de las veces, no tenemos la tecnología suficiente.
Pero incluso, en muchas ocasiones, la mayoría, tampoco
dependía de la tecnología. Lo que estaba sucediendo esa noche apuntaba, a que a
veces existía una “voluntad” de hacerse visibles. En otras no. Había una
decisión que actuaba, con criterios desconocidos para nosotros. Pero estas
digresiones me llevaban, ineluctablemente, a algo muy difícil de aceptar.
Eso,
que teníamos ya por largos 55 minutos, era inteligente.
Mis
pensamientos se ven interrumpidos por las exclamaciones del mexicano que señala
que, de repente, la cámara empezaba a marcar “batería baja” a pesar que
momentos antes estaba a la mitad de su capacidad. Inexplicablemente, se estaba
agotando.
El
objeto que estaba como un saltapericos, empieza a irse en forma diagonal. En el instante en que el objeto sale del
cuadro de la cámara, al perderse en el infinito, la cámara se apaga totalmente.
La batería estaba muerta. Y entonces nos damos cuenta de algo muy extraño.
El evento se había grabado en 3 cintas de 33 minutos, a pesar de tener puras
cintas de 60 minutos. Nuevamente el número 33.
Yo
miraba la cara de asombro de ellos. No podían explicarse la inusual muerte de
las baterías. Pero los notaba inmensamente satisfechos.
Minutos
después, los encontré callados, pensativos. Los periodistas, que sabían poco o
nada del fenómeno ovni, que solo vinieron a cumplir profesionalmente una tarea
a un lejano país, esa noche al terminar el evento, se sentían muy extraños. Les
pregunté que les pasaba. “Siento que
esta noche ha sucedido algo muy inusual en mi vida, que no me lo esperaba, y
que estoy segura que no lo olvidaré”, dijo la española. Y tú, Jesús, le
pregunté: “ Es como si durante toda mi vida, hubiera estado buscando respuestas
a muchas preguntas, y esta noche siento, no sé porqué, que las he empezado a
responder”.
Cuando
miraba la extraña luz, haciendo insólitas circunvoluciones en el cielo, sentía
que la escena la había visto antes. "¿La había vivido antes? ¿La había
leído? ¿Un dejá vu?".
Miré
el objeto, miré a la gente, miré el arenal y entonces, estremecido, me empiezo
a dar cuenta de algo. Le pregunto a la española. “¿Tu eres Maria, verdad? “Por
cierto… ¡y de Canarias!”. “ ¿Y tu eres Jesús verdad?”. “Jesús Medellín, un
servidor. ¡Y de Zacatecas!”. “¡Ah caramba!”,les dije. “Aquí están Jesús y
Maria, pero falta José para formar la Sagrada Familia. Y yo, por cierto que no
soy Pepe por ningún lado”. “ No, no, no, pos Anthony”, me dice el camarógrafo.
“¡Yo soy José Jesús Medellín!”.
Entonces
súbitamente recordé dónde había visto todo esto. Allí, en esa noche bizarra, ahora tan lejana, estaban José, Jesús y María,
viendo el lucero de Belén… en medio de la noche y del desierto.
Y
para mayor abundamiento, María… estaba embarazada. Me quedé en silencio, como
la noche que crecientemente nos rodeaba. Los que estábamos allí; de Perú, de México y de Islas Canarias, los
lugares donde estadísticamente más avistamientos de ovnis se han dado en los
últimos tiempos, alzamos los ojos al infinito y nos quedamos un rato largo…
vigilando los cielos.
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