Este
inmenso peñasco en el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, sagrado para los
pueblos originarios, exhibe intrigantes pinturas rupestres.
Uluru está medio del "red center"
australiano (EFE).
PUBLICADO:
24/06/2016 - 8:00
Pablo
Bizón
Clarín.com
viajes
Es un sitio sagrado para los pueblos originarios de
Australia, y se puede decir que se transforma en
algo similar para los miles de turistas de todo el mundo que lo visitan cada
año y caen ante el embrujo de su imponente presencia y sus cambios de color, y
sobre todo ante ese rojo brillante que adquiere cuando recibe el sol del
atardecer.
Uluru, también conocido como Ayers
Rock, no es geológicamente más que lo que su nombre en inglés indica: una
roca, o para ser más exactos, una formación rocosa compuesta por arenisca que
se encuentra casi en el centro de Australia, en el Territorio del Norte, 430 km al sudoeste de la ciudad de Alice
Springs y a unos 2.800 de Sidney.
En
pleno Red Center, o Centro Rojo, y en el corazón del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, la formación rocosa se erige como
una especie de vigía de casi 350
metros de altura –aunque la mayor parte de ella se
encuentra bajo tierra– en medio de un árido y duro desierto, donde las
temperaturas promedio superan los 35 grados en verano y las lluvias no alcanzan
a 100 mm
en todo el año.
Aun así, este monolito de piedra que en 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad es uno de los monumentos más visitados del país. Tanto, que ha generado una verdadera “industria de la creatividad” o, para algunos, de lo kitsch: se lo puede admirar sobrevolándolo en avionetas o helicópteros, caminando por múltiples senderos de trekking, paseando en camellos, haciendo tours a la luz del amanecer o al atardecer; contratando el Cave Hill tour, que promete una experiencia cultural indígena, o hasta disfrutando de una cena de gala, con manteles, copas de cristal y un buen vino australiano, justo a sus pies, mientras el sitio sagrado va siendo devorado por las sombras de la noche.
Aun así, este monolito de piedra que en 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad es uno de los monumentos más visitados del país. Tanto, que ha generado una verdadera “industria de la creatividad” o, para algunos, de lo kitsch: se lo puede admirar sobrevolándolo en avionetas o helicópteros, caminando por múltiples senderos de trekking, paseando en camellos, haciendo tours a la luz del amanecer o al atardecer; contratando el Cave Hill tour, que promete una experiencia cultural indígena, o hasta disfrutando de una cena de gala, con manteles, copas de cristal y un buen vino australiano, justo a sus pies, mientras el sitio sagrado va siendo devorado por las sombras de la noche.
Uluru, “el corazón de Australia”, adquiere
distintas tonalidades
según el sol, y se ve casi gris cuando llueve (AP).
Del Tiempo del Sueño
También
llamado “el ombligo del mundo”, Uluru y su vecino monte Kata Tjuta tienen un
profundo significado histórico y cultural para los habitantes originarios de la
zona, los anangu, para quienes este gran bloque de piedra representa el punto
crucial en la intrincada red de rutas del Tjukurpa o Tiempo del Sueño –el
principio de todo, la creación–. Aquí, en el lado norte habitaban los
pitjantjatjara u hombres canguro, y en el sur, los yankuntjatjara u hombres
serpiente. Entre ellos, en torno a Uluru se libraron dos grandes batallas, que
aún son rememoradas en cantos y ceremonias de orígenes ancestrales.
Los
propios anangu organizan visitas guiadas en las que, además de dar
explicaciones sobre la flora y fauna y la vida en la zona, narran algunas de
estas leyendas. Como la del lagarto Kandju, que llegó hasta aquí buscando su
bumeran perdido, y que se representa en las grietas de la superficie rocosa.
El
perímetro de Uluru (de 9,4 km )
presenta numerosas cuevas y recovecos con pinturas y grabados, muchos de ellos
relacionados con la fertilidad y la iniciación, que los nativos consideran de
origen divino. Y están las pinturas rupestres de los wandjina, seres mitológicos asociados con la creación del mundo.
Son figuras que se asemejan mucho a astronautas o extraterrestres, sin boca,
con ojos grandes y negros y una cabeza rodeada de una especie de halo o casco,
y que dan vuelo a teorías y especulaciones.
Muchas de estas representaciones e incluso zonas –como algunas cuevas– son sagradas para los habitantes locales, por lo que se pide a los visitantes no ingresar ni tomar fotografías. Hay cavernas exclusivas para hombres y otras únicas para mujeres, y no es posible infringir esta regla, pues sólo mirar las pinturas realizadas en la caverna del sexo opuesto puede acarrear terribles castigos por parte de Kandju, el Gran Lagarto. Y hay carteles que solicitan respeto, sobre todo a quienes llegan con la intención de escalar Uluru: “No debería hacerlo. No es lo más importante. Lo realmente auténtico es detenerse y oír. Estar atento a todo lo que le rodea. Escuchar y comprender”, dice uno de ellos. Aun así, no son pocos los tercos que ascienden hasta la cima, a contemplar el desierto desde
Según
la inclinación de los rayos solares y la época del año, la superficie de Uluru
adquiere distintas tonalidades. Su imagen más famosa es la del atardecer, pero
quienes tienen la suerte de admirarlo en alguno de los escasos días de lluvia
pueden verlo en un infrecuente tono gris plateado cruzado por franjas negras,
que son algas que crecen en los pequeños cursos de agua.
Uluru
se eleva 348 metros
sobre la planicie desértica del centro de Australia (AFP).
Con
la entrada de tres días al Parque Nacional se puede recorrer tanto Uluru como
el cercano Kata Tjuta (a 25 km ),
también llamado monte Las Olgas, un grupo de extrañas formaciones también
sagrado para los pueblos originarios. Kata Tjuta quiere decir “muchas cabezas”,
y esa es una de las impresiones que causa este conjunto de cimas, cuya máxima
altura es de 546 metros .
La leyenda dice que allí arriba vivía Wanambi, la gran serpiente del arco iris,
que sólo descendía en la estación seca. Y partes de la montaña se identifican
con los liru (hombres serpiente), el hombre canguro malu, o los pungalunga,
caníbales gigantes.
Como
fuera, Kata Tjuta es sin dudas el complemento necesario de toda visita al
desierto rojo de Australia y a Uluru. Y a sus fantásticas leyendas. El lugar
perfecto para hacer caso a aquel aviso de los anangu, y detenerse a oír. A
escuchar y comprender. O al menos intentarlo.
FUENTE:
VIDEO RELACIONADO
AYERS
ROCK
Uluru
/ Ayers Rock and Kata Tjuta / The Olgas - Australia - in VR180
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