PUBLICADO
POR ALEJANDRO I. LÓPEZ, 7 JULIO, 2020
ENTRE TODOS LOS ASTROS DEL FIRMAMENTO, VENUS SE CONVIRTIÓ EN UNA GUÍA PARA LA CIVILIZACIÓN MAYA.
Después
del Sol y la Luna, Venus se convirtió en el objeto astronómico más relevante
para las culturas antiguas.
Esta
fascinación no se debió a un hecho fortuito, sino a su protagonismo en la
bóveda celeste, el brillo que lo caracteriza al caer la noche y poco antes del
amanecer, cuando se convierte en el astro más visible del firmamento por
algunas horas.
El
segundo planeta respecto al Sol fue tan admirado como temido por las culturas
antiguas, que interpretaron su tránsito a través del cielo nocturno como un
nuevo renacer que se confirmaba día tras día o bien, como un presagio funesto
que alertaba sobre sequías y destrucción.
Para
los antiguos mayas, Venus revestía una importancia al mismo nivel que la Luna y
el Sol. Las condiciones de la península de Yucatán y parte de Centroamérica
facilitaban la observación astronómica y entre los siete astros conocidos
entonces, fue Venus el que inspiró una mayor curiosidad en esta civilización.
LA ‘ESTRELLA’ QUE GUIÓ A LOS MAYAS
Los mayas le llamaron Ahzab Kab Ek –la estrella que despierta a la Tierra– y Noh Ek –la gran estrella–, vinculando su aparición y desaparición en el firmamento con Kukulkán, una de las deidades creadoras de la humanidad según el Popol Vuh, representada como una serpiente emplumada.
Este
vínculo los llevó a construir pirámides, observatorios y estelas en honor al
planeta, como el Templo de Venus en Chichén Itzá y otras construcciones desde
donde observaban metódicamente sus movimientos, registrando su tránsito en la
bóveda nocturna con una precisión inusitada para la época.
CÓDICE DRESDE: UN CALENDARIO PRECISO DE VENUS
La evidencia que aún subsiste de la observación sistemática de Venus se encuentra en una de las pocas fuentes documentales originales de la cultura maya, el Códice Dresde.
En
este manuscrito elaborado en papel amate durante el periodo posclásico (cerca
del siglo XII), los mayas calcularon con una increíble precisión el ciclo
sinódico de Venus, es decir, el tiempo que tarda en volver al mismo punto donde
fue observado originalmente desde la perspectiva terrestre, además de
relacionar su aparición y ocultamiento en el cosmos con los eclipses y el ciclo
agrícola.
El
ciclo sinódico de Venus de 583.92 días fue calculado por los mayas en 584 días
y relacionado directamente con una cuenta de 8 años, que contenía 2 mil 920
días, los mismos que cinco ciclos sinódicos.
Los
mayas también asociaron a Venus con la fertilidad y el carácter de Kukulkán
como dios-trueno. Cada primavera, la cultura que se estableció en el sureste de
México confirmaba la renovación del ciclo vital a través de un evento
astronómico:
El
encuentro de Venus y las Pléyades (un cúmulo de estrellas ubicado en la
constelación de Tauro) anunciaba la llegada de los Chicchan, un grupo de
espíritus serpientes que al agitar su cascabel traían consigo lluvia e
inauguraban la estación agrícola.
De
esta forma, Venus rigió la vida espiritual y material maya. La civilización que
se estableció en el sureste de México y realizó cálculos avanzados de
matemáticas encontró respuestas a lo que ocurría en el mundo a partir de la
observación sistemática del planeta interior, el primero en ser explorado por
una sonda espacial en 1962.
FUENTE:
https://www.muyinteresante.com.mx/historia/venus-planeta-cultura-mayas/
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