"Una pregunta fundamental de esta misión es si en Marte hubo en el pasado un entorno habitable. Por lo que sabemos ahora, la respuesta es sí", sentenciaba el miércoles Michael Meyer, científico jefe del Programa de Exploración de Marte de la NASA, al hacer públicos los resultados del análisis de una roca por ‘Curiosity’. Así que puede que haya habido marcianos y hasta que todavía sobrevivan bajo las arenas del planeta.
La idea de que la vida ha podido surgir en Marte en algún momento de su historia resulta apasionante y, en los últimos años, ha ido ganando adeptos entre la comunidad científica. Algunos biólogos de prestigio están convencidos de ello hasta tal punto que, cuando les preguntas en privado si creen que hay vida en Marte, responden: “¿Lo dudas?”. No hay pruebas que lo demuestren, pero varias sondas robot de la NASA y la ESA han dado con indicios de que el agua corrió por la superficie del planeta rojo. Y un principio básico de la astrobiología, la disciplina que estudia la posibilidad de vida fuera de la Tierra, dice que allí donde hay agua líquida puede haber vida.
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Un mundo de ingenieros
El anuncio del último descubrimiento del todoterreno ‘Curiosity’ coincidió el miércoles con el 158 aniversario del nacimiento de Percival Lowell, el hombre que creyó ver en el planeta vecino una gigantesca red de canales para transportar el agua desde los polos hasta latitudes ecuatoriales. Miembro de una acaudalada familia bostoniana, Lowell construyó a finales del siglo XIX un telescopio en Flagstaff (Arizona, Estados Unidos) desde el que realizó espectaculares observaciones de la red de canales marcianos, de cuyas variaciones informaban diarios como ‘The New York Times’.
La gigantesca obra de ingeniería de nuestros sedientos vecinos resultó ser un sueño, como dejó claro en 1965 la ‘Mariner 4’ al sobrevolar el planeta. “Lowell siempre dijo que la regularidad de los canales era un signo inequívoco de su origen inteligente. Y no se equivocaba. Sólo falta saber en qué lado del telescopio estaba la inteligencia”, escribió Carl Sagan en ‘Cosmos’ (1980), en alusión a que fue el ansia de encontrar patrones en la superficie de Marte lo que llevó al astrónomo aficionado ver canales donde no había nada. El miércoles, mientras la NASA anunciaba que Marte tuvo en el pasado entornos donde podría haber surgido la vida, el Observatorio Lowell lanzaba una campaña de recaudación de fondos por Internet para obtener 256.000 dólares con los que restaurar el telescopio con el que su creador hizo sus mejores observaciones.
Seguimos obsesionados con Marte como hace cien años, aunque nuestras razones parecen más sólidas. Los marcianos actuales no son los malvados invasores de ‘La guerra de los mundos’ de H.G. Wells ni la agónica civilización de Lowell. Ahora nadie piensa en seres inteligentes, ni siquiera en animales. Los protagonistas de la búsqueda actual son seres sólo visibles para el microscopio, pero no por eso menos importantes. El hallazgo de vida extraterrestre, por básica que sea, sería uno de esos puntos sin retorno en la historia de la Humanidad. Un descubrimiento equiparable al del fuego o la invención de la escritura. Y el hallazgo de vida en Marte tendría un tremendo impacto en nuestra visión del Cosmos. El Sistema Solar es uno más entre miles de millones en nuestra galaxia. Si entre los mundos que orbitan al Sol, hubiera más de uno en el que ha surgido la vida de forma independiente, cabría deducir que la vida es un fenómeno común en el Universo.
Supervivientes extremos
El tataratataratataratataratataratatara...abuelo de todos los organismos terrestres se conoce como LUCA, el último antepasado común universal (‘last universal common ancestor’, en inglés). Vivió hace unos 3.800 millones de años. Con el paso del tiempo, su descendencia fue evolucionando y diversificándose, dando lugar a una gran familia que incluye desde los gusanos hasta los cactus, pasando por los dinosaurios, las estrellas de mar y los seres humanos. Toda la vida en la Tierra está emparentada, se basa en los mismos ladrillos: el código genético es universal. Si mañana encontráramos vida en otro mundo, los científicos no se enfrentarían sólo al estudio de nuevos seres, sino también a una biología diferente.
La Gran Fuente Prismática del Parque Nacional de Yellowstone es la tercera fuente de aguas termales mayor del mundo y algunos de sus espectaculares colores se deben a extremófilos. / Jim Peaco
La existencia en la Tierra de microorganismos capaces de vivir en ambientes extremos -los llamados extremófilos- es una prueba de que la vida puede adaptarse a condiciones en principio aparentemente hostiles a su desarrollo. Hay, en nuestro planeta, organismos que viven en entornos de acidez extrema, embutidos entre rocas, sin casi agua, en lo más profundo de los océanos, a temperaturas altísimas o bajísimas… Son casos como el de ‘Thermococcus gammatolerans’, que soporta a una irradiación de rayos gamma 30.000 veces superior a la que mata a un ser humano, y ‘Pyrolobus fumarii’, que crece en las fumarolas del centro del Atlántico en un entorno con temperaturas que superan los 100º C.
De haber surgido la vida en el planeta rojo, muchos biólogos creen que habrá encontrado la manera de sobrevivir refugiándose en entornos que, en principio, parecen poco aptos. Si en la Tierra hay organismos, como ‘Bacillus infernus’, capaces de desarrollarse entre rocas a 2.800 metros bajo el suelo, ¿por qué no va a existir algo parecido en Marte? "No cabe duda de que Marte tuvo una oportunidad para la vida en un pasado remoto, cuando el agua fluía por su superficie. Tiene tantos entornos minerológicamente diferentes que en el más inesperado pudo haber surgido un nicho de vida que quizás no tuvo tiempo de expandirse por todo el planeta. Así que descartar una vida pasada en Marte va a ser complejo hasta que no lo exploremos por completo”, advierte Agustín Sánchez Lavega, astrofísico y director del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco. Eso implica que, llegado el momento de una colonización humana, habría que tomar precauciones para no contaminar el entorno y acabar accidentalmente con unos extraterrestres que no sabemos si pueden estar ahí.
El anuncio de vida
“Si este descubrimiento se confirma, seguramente será una de las revelaciones más sorprendentes de nuestro universo que haya hecho la ciencia. Sus implicaciones son tan trascendentales e impresionantes como pueda imaginarse. A pesar de que promete respuestas a algunas de nuestras más antiguas preguntas, plantea otras aún más fundamentales”, dijo Bill Clinton ante la prensa el 7 de agosto de 1996 al anunciar el posible hallazgo de rastros de vida en un meteorito marciano. Al final, los presuntos fósiles del meteorito ALH 84001, caído en la Antártida hace 13.000 años, no fueron tales, pero la comparecencia ante los medios de comunicación del presidente estadounidense demuestra la importancia de un descubrimiento así.
Si usted quiere ver parte de la histórica declaración presidencial del día en que Estados Unidos creyó haber encontrado extraterrestres, puede hacerlo en la película ‘Contact’ (1997), basada en la novela homónima de Carl Sagan. Robert Zemeckis utilizó fragmentos de esa comparecencia para incluir a Clinton anunciando que se ha detectado un mensaje de una inteligencia extraterrestre. Tres días después del estreno de la cinta, Charles Ruff, consejero de la Casa Blanca, mandó una carta de queja a Warner Bros por el uso “inapropiado” de la imagen del presidente, insertada en el filme como ya había hecho Zemmekis con las de otros personajes históricos en ‘Forrest Gump’. Las frases de Clinton en ‘Contact’ son algunas de las que realmente dijo en agosto de 1996, cuando creía que, por fin, habíamos dado con los marcianos que todavía hoy seguimos buscando.
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